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¡Sueños frente a las realidades!

Entre algodones

Pequeña y frágil. Así soy. Cuando le vendi mi alma a Peter Pan no contaba con eso. Pero siempre hay alguien que cuida de mí. A veces me rompo, como el cristal, y me deshago en un mar de gotas de lluvia. Me encierro en mi cuarto y le doy la espalda al mundo, el mundo loco, el mundo de los telediarios, las desgracias, el odio. Ese mundo, el mundo de la gente mayor.
En ocasiones me gustaría bajar la persiana y gritar bien fuerte que no quiero soles, que todos lo escuchen, que de donde yo vengo el sol quema y sólo la luna calma la sensación de infinita soledad. Otras, otras salgo como hoy, cámara al hombro, por obligación, para fotografiar cosas que quizá mi maestro piense que están bien y que yo veo tan austeras, vacías y ajenas a lo que soy, que se me quitan las ganas de echar más vistazos a través de mi ventana.
El mundo visto por los ojos de un niño, ese es mi mundo. Eso es lo que veo, eso es lo que me gustaría conservar para siempre, guardar cada instante en el fino papel.
Qué desgracia para el mundo de la gente mayor que se pierda la belleza, que la técnica supere a los pequeños detalles, a los atardeceres que provocan la melancolía del Principito por su flor.
Qué no daría yo por vivir para siempre en Nunca Jamás, entre algodones, como si acabara de nacer... y dejar que todo me sorprendiera, y hacer que todo me pareciera hermoso de nuevo. Quizá estoy dejando que ese mundo me absorba demasiado, ese mundo de normas, oficinas, contratos, coches que van y vienen, gente que corre como alma que lleva el diablo porque llega tarde al trabajo y telarañas que cubren las esquinas de los hogares de aquellos que se cansaron de buscar el final del arcoiris.
Pequeña y frágil, así soy. Pero Peter Pan salió en busca de Wendy y aún no ha vuelto. Empieza a hacer frío...

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