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¡Sueños frente a las realidades!

Frío y sol

Hace un frío que se me hielan hasta las ideas. Sin embargo si miro por la ventana parece un día de verano. Es el tiempo ideal para convertir la tristeza en alegría y el atontamiento en ganas de hacer mil cosas.
Es más, se me ocurren tantas cosas para hacer, que no sé con cual quedarme.
Podría irme a recorrer cualquier camino, sin olvidarme (muy a mi pesar) de que tengo que estar en casa a la hora de cenar. También sentarme en el sofá a ver películas yo sola, de esas que hacen que te salga la lágrima fácil mientras uno come palomitas y se pregunta por qué esas cosas no pasarán en la vida real. O salir al balcón con el libro que me estoy leyendo, y dejar que mientras paso las páginas los pájaros sigan sumidos en la monotonía de un día que parece no acabarse nunca.
Pero no. Odio las obligaciones, todo aquello que me impide dedicarme a hacer lo que quiero. Y hoy tengo que atender más de una y más de dos. Lo único que me queda es mirar por la ventana, como siempre, como tantas veces. Y me pregunto, cuantos desconocidos estarán esperando tener cerca mi presencia para cruzar una mirada, pedir la hora o compartir un café.
Qué prisa tiene el mundo por seguir girando... qué impotente me siento al no poder dar al pause como si fuera la simple espectadora de el largometraje de turno, y al ver que me toca ser una vez más, la protagonista de un día que jamás quise vivir de esta manera. Algo tendrá que cambiar, en alguna parte, algún día.

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