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¡Sueños frente a las realidades!

El vampiro ha acompañado al hombre desde la noche de los tiempos, ha sido su inseparable pesadilla, su terror más antiguo.
Pero ese horror se agudiza si a su capacidad de destruir se alía un irresistible poder de atracción.
Es por ello que su réplica femenina, la vampira, se convirtió en el emblema por excelencia de todo lo deseado y temido a un tiempo, porque era imposible escapar a una belleza letal que era sólo preludio a la perdición.
Nunca había imaginado la literatura un ser tan peligroso: ya no era una criatura monstruosa que acechaba en la oscuridad de los cementerios, sino un ser fascinante que se movía con soltura en sociedad y sabía ganarse la voluntad de sus víctimas.
Y el hombre nunca había estado tan asustado, pues se sabía atrapado en las garras de la más perdida seducción, como la mosca que espera ser devorada por la araña.

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